Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo. Cuando escuchamos la palabra “Mártires” recordamos a quienes eran tirados a los leones, decapitados o quemados durante los primeros siglos del cristianismo. Desde la segunda mitad del siglo XX, en América Latina y en otros Continentes, se han vuelto a editar nuevas formas de violencia contra la fe. El modus operandi es diverso: secuestros, torturas, asesinatos. A veces de modo individual, otras comunitariamente en el interior de los templos mientras rezan. No faltan en ocasiones las acusaciones falsas con que son manchados con sutileza para desalentar y boicotear su servicio. El término “mártir” es de origen griego, y se traduce como “testigo”, aquella persona que vio o escuchó (también en tiempo presente) y puede dar fe de ese suceso. No se es testigo de abstracciones o ideas, sino de acontecimientos concretos. La persecución y el martirio marcaron los inicios del cristianismo. El primero fue Jesús, condenado a muerte en un juicio fraudulento, torturado y crucificado. Él amó hasta dar la vida, sin hacer uso de la violencia ni el rencor.

En el año 197 Tertuliano escribió “la sangre de los mártires es semilla de nuevos cristianos”. Veinte siglos después, en nuestro tiempo, sigue habiendo hombres y mujeres que son perseguidos y asesinados por odio a la fe.

El Papa ha dedicado el video del mes de marzo a rezar “Por los nuevos mártires, testigos de Cristo”. Catequistas, agentes pastorales militantes de derechos humanos, defensores de los pueblos indígenas, miembros de organizaciones ambientales, hermanas y hermanos que se comprometen en la liberación de las víctimas del narcotráfico y la trata de personas… En su mensaje Francisco refiere una expresión realista: “hay más mártires hoy que a los inicios del cristianismo”. Pedimos a Dios que sean semillas de nuevos cristianos; y a los que ya lo somos, nos conceda ser apasionados por Jesús y por su pueblo.

Hace pocas semanas la organización “Puertas Abiertas” presentó un informe en el cual consigna que al presente en el mundo “más de 365 millones de cristianos enfrentan altos niveles de persecución y discriminación debido a su fe”. Según ese relevamiento “solo entre el 1° de octubre de 2022 y el 30 de septiembre de 2023, 14.766 edificios cristianos fueron destruidos o cerrados y 4.998 cristianos fueron asesinados; y advierte que el número de casos no denunciados es mucho mayor”. Según el informe, Corea del Norte volvió a encabezar el ranking negativo de persecución más severa, seguida de Somalia, Libia, Eritrea, Yemen, Nigeria, Pakistán, Sudán, Irán y Afganistán. Los países más poblados del mundo, India y China, ocupan el puesto 11 y 19, respectivamente. El continente asiático tiene la mayor proporción de cristianos perseguidos: 2 de cada 5 no pueden practicar su religión pacíficamente. La India tiene así el récord de cristianos encarcelados en el mundo: 2.332.  En 2023, de los 4.998 cristianos asesinados en todo el mundo, 4.118 murieron en Nigeria, el 82%. Durante la Nochebuena, cerca de 200 personas fueron masacradas por bandas yihadistas en lugares de culto. Además, Nigeria también tiene el mayor número de cristianos secuestrados, con 3.300 secuestros de 3.906. 

En cuanto a América Latina, preocupa el creciente deterioro en Nicaragua. Obispos, sacerdotes, catequistas, fueron llevados presos y juzgados de modo fraudulento. Algunos fueron expulsados del país y otros permanecen encarcelados. Fue cerrada la Universidad Católica y otras Instituciones por parte del gobierno. La situación en Cuba también es preocupante, con prohibiciones para expresiones públicas de fe y discriminación de los cristianos en puestos laborales.

La situación global en realidad podría ser mucho más oscura de lo que indica el informe. “La violencia sexual o los matrimonios forzados no pueden contarse, y las víctimas sufren estigma y trauma. Sobre todo, el número de muertes podría ser significativamente mayor.”

El autor de uno de los salmos reza “Señor, te he llamado, ven de prisa” (Salmo 140). San Agustín al comentarlo nos enseña que “todos podemos decir esto. No lo digo yo solo, sino el Cristo total. Pero es más bien el cuerpo quien habla aquí; porque Cristo, cuando estaba en este mundo, oró en calidad de hombre, y oró al Padre en nombre de todo el cuerpo, y al orar caían de todo su cuerpo gotas de sangre. Así está escrito en el Evangelio: Jesús oraba con mayor intensidad, y su sudor se hizo como gotas espesas de sangre. Esta efusión de sangre de todo su cuerpo, ¿qué significaba sino la pasión de los mártires de toda la Iglesia?”. (San Agustín, comentarios sobre los salmos)

En la Semana Santa en el martirio de Jesús contemplamos a hermanos y hermanas torturados y asesinados por odio a la fe.