Sí a la cercanía, la compasión, la ternura
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de san Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
Este domingo en todas las Iglesias Catedrales del mundo se está iniciando de modo simultáneo el proceso sinodal en cada Diócesis y Arquidiócesis. De este modo se nos convoca a apropiarnos del camino iniciado el domingo pasado en Roma. La Iglesia Católica se hace presente en cada Iglesia local. El Papa como sucesor del Apóstol Pedro nos garantiza la unidad de la fe y nos une en un mismo amor. Cada Obispo, sucesor también de los Apóstoles, nos remite a los tiempos fundacionales.
Esta primera fase de escucha no es una encuesta de opinión o estudio de mercado. No es una cuestión de marketing para vender mejor o posicionar a la Iglesia. Tiene que ver con nuestra identidad como Pueblo de Dios.
Para comprender este tiempo es necesario tener una mirada de fe. Por eso Francisco, en las palabras de inicio de este acontecimiento nos recalcó que “el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo. Si no está el Espíritu no habrá Sínodo”. (Francisco, 9 de octubre 2021)
Se nos convoca a participar en la Iglesia concreta, con sus grandezas y debilidades. Con los que están siempre y con aquellos que se alejaron de la práctica de la fe.
El Papa nos señala 3 riesgos de los cuales debemos cuidarnos: el formalismo, el intelectualismo y el inmovilismo. Permítanme una mirada sobre cada uno de ellos.
El formalismo lo reconocemos cuando buscamos “la fachada», el “hacer de cuenta que…” pero sin cambio de actitudes. Es como quien pregunta para cumplir, pero le resbalan las respuestas. Por eso debemos reconocer que “esto requiere que transformemos ciertas visiones verticalistas, distorsionadas y parciales de la Iglesia, del ministerio presbiteral, del papel de los laicos, de las responsabilidades eclesiales, de los roles de gobierno, entre otras”. (Francisco, 9 de octubre de 2021)
El segundo riesgo es el intelectualismo. Hacer de la fe una cuestión tan abstracta como vacía de compromiso. No debemos “convertir el Sínodo en una especie de grupo de estudio” (Francisco). Hablar de todo sin hacerse cargo de nada. Discutir acerca de ideas no nos mueve a cambiar o a ponernos en marcha. Recordemos que la realidad es superior a la idea.
Y el tercer riesgo del que nos advierte Francisco es el inmovilismo. Lo percibimos cuando en una comunidad decimos “así estamos bien». O cuando nos quejamos diciendo “¿otra vez revisar lo que hacemos?, ¿a quién le importa esto?”. Es la pereza por buscar respuestas creativas a los nuevos desafíos, suponiendo que lo que hacemos es suficiente.
Para ser una Iglesia Sinodal hace falta conversión personal y pastoral. No se trata de poner una chapa en la puerta de la Secretaría Parroquial anunciando algo escrito pero no vivido.
Pero “si nosotros no llegamos a ser esta Iglesia de la cercanía con actitudes de compasión y ternura, no seremos la Iglesia del Señor. Y esto no sólo con las palabras, sino con la presencia, para que se establezcan mayores lazos de amistad con la sociedad y con el mundo. Una Iglesia que no se separa de la vida, sino que se hace cargo de las fragilidades y las pobrezas de nuestro tiempo, curando las heridas y sanando los corazones quebrantados con el bálsamo de Dios. No olvidemos el estilo de Dios que nos ha de ayudar: la cercanía, la compasión y la ternura”. (Francisco, 9 de octubre 2021)
Lo necesario es escuchar a Dios, dejarnos conducir por su Espíritu, sin oración no hay Sinodalidad. Es un tiempo de escucha atenta de la Palabra. También escucha del Pueblo de Dios en el cual habita el Espíritu Santo desde el momento del Bautismo. Y, por qué no, escucha de la creación.
Se trata de discernir buscando la voluntad de Dios sobre nosotros hoy.
El Papa culminó su intervención con una oración. Recemos con él. “Ven, Espíritu Santo. Tú que suscitas lenguas nuevas y pones en los labios palabras de vida, líbranos de convertirnos en una Iglesia de museo, hermosa pero muda, con mucho pasado y poco futuro. Ven en medio nuestro, para que en la experiencia sinodal no nos dejemos abrumar por el desencanto, no diluyamos la profecía, no terminemos por reducirlo todo a discusiones estériles. Ven, Espíritu Santo de amor, dispón nuestros corazones a la escucha. Ven, Espíritu de santidad, renueva al santo Pueblo fiel de Dios. Ven, Espíritu creador, renueva la faz de la tierra. Amén.”
En este día recemos por todas las mamás, especialmente por las que más sufren, las que aunque el viento sople en contra y reste fuerzas siguen adelante. Por todas las mamás de este mundo y las que ya están junto al Padre. Por todas y cada una, recemos. El cantautor nos ayuda con su inspiración y cantamos: “Las manos de mi madre/Llegan al patio desde temprano/Todo se vuelve fiesta/Cuando ellas vuelan junto a otros pájaros/Junto a otros pájaros que aman la vida/Y la construyen con el trabajo/Arde la leña, harina y barro/Lo cotidiano se vuelve mágico…”.