Tenemos tres mamás
Por monseñor Jorge Eduardo Lozano, arzobispo de San Juan de Cuyo y miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral Social
Tal vez te parezca un tanto exagerado este título. Pero de verdad es así.
La primera mamá es la biológica. Nos engendra y nos lleva 9 meses en su vientre. Allí crecemos en ese maravilloso intercambio vital físico y afectivo. El cuidado, la ternura expresada en una caricia, los cantos y susurros que nos ayudan a sentirnos bien recibidos. Y al nacer seguimos con el vínculo de piel con piel, siendo alimentados por el pecho que cobija, contiene, cuida.
Todo el universo parece estar en orden en el perímetro que se forma entre mamá-hijo. Uno de los salmos lo expresa con belleza: “acallo y modero mis deseos, como un niño tranquilo en brazos de su madre”. (Salmo 131)
Hay expresiones hermosas en las poesías acerca del vínculo madre-hijo desde el inicio de la vida hasta la adultez.
La segunda vez que recibimos una mamá se nos da a la Virgen María. Nos dice el Evangelio de San Juan: «Junto a la cruz de Jesús, estaba su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a la madre y cerca de ella al discípulo a quien él amaba, Jesús le dijo: «Mujer, aquí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Aquí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la recibió en su casa». (Jn 19, 25 -27)
Este encargo de Jesús es asumido fielmente por la Virgen María. Ella viene a mi corazón, mi familia, mi patria.
Hace pocos días celebramos a Nuestra Señora del Valle, hoy a la Virgen de Luján, el 13 de mayo a Fátima. Tres advocaciones que nos ayudan a ver a María bien cerca de su pueblo.
En estas apariciones, como en tantas otras, Dios elige a los pequeños para mostrar su cariño: indios, negros, niños humildes.
Nos muestra su deseo de quedarse en un lugar concreto: una geografía, una cultura, un pueblo. Quedarse a compartir nuestra historia.
El Papa Francisco nos envió un mensaje a los Argentinos con ocasión de esta fiesta: “Mes de mayo, mes de María. 8 de mayo miro a Luján. Quiero estar cerca de ustedes”. Así comienza su saludo y se suma a la invitación para preparar juntos el novenario de años hacia el 2030, momento en el cual se cumplen 4 siglos del conocido “milagro de la carreta, los bueyes y la imagen”. Sigue diciendo: “Es un camino muy largo… camino de memoria de lo que la Virgen hizo allí, quiso quedarse allí. Un camino de memoria de tantos años y años de peregrinaciones, de búsquedas, de milagros, de hijas e hijos que caminan a ver a la Madre”. Y nos asegura que “una memoria fuerte garantiza un futuro seguro”.
En la historia de la fe muchas personas creyentes han tenido un momento particular y significativo de la presencia de la Virgen María. La visita a un Santuario, la experiencia del consuelo, o tal vez el testimonio de una intervención milagrosa de la Madre.
Durante el mes de mayo recemos el Rosario pidiendo por la salud del pueblo argentino y de toda la humanidad devastada por la pandemia.
De los numerosos y bellos poemas que le han compuesto, te comparto estos versos:
“Madrecita de ternura, / Virgencita Lujanera, / Vos que sos la mensajera/ que anunciás la salvación, / Dale tu fuerza y valor / al corazón peregrino, / vení a abrirnos el camino / Para llegar hasta Dios. / Sos en este pueblo humilde / como la luz de sus ojos, / sos amparo, sos reposo / para nuestro caminar. / No nos vamos a olvidar / cuando vivamos a oscuras / que vos sos la Virgen pura / Madrecita de Luján”. (P. Raúl Canali)
La tercera experiencia de maternidad la encontramos en la Iglesia. Ella también es mamá. Nos engendra en el Bautismo para hacernos miembros de la Familia. Nos alimenta con la Palabra de Dios, los Sacramentos, la vida comunitaria.
Estamos llamados a reproducir en cada comunidad eclesial los rasgos tiernos y maternos de la Virgen María.
La Iglesia también está llamada a ser madre que cuida, cobija, acompaña a lo largo de la vida.
Demos gracias a Dios por regalarnos tanta ternura.