Joe Metheny buscaba con desesperación a la mujer que lo había abandonado. En esa gira sangrienta mataba a quienes creía que podrían saber algo del paradero de la chica. Así, mató a dos prostitutas. Y con sus cuerpos hizo sándwiches para vender en las afueras de Baltimore, Estados Unidos.

Este hombre medía más de 1,80 metros y pesaba 204 kilos, con lo cual una decena de agentes se prepararon para lo peor en el departamento de Metheny en Baltimore, Estados Unidos.

Nada de eso sucedió. El voluminoso trabajador que tenía obesidad mórbida se entregó sin dramas. Pero lo que no se esperaban los policías era que la detención de rutina se transformara en una confesión de crímenes horribles. Fue un relato detallado y directo, cuya brutalidad sorprendió a la policía, especialmente cuando Metheny agregó: “Soy una persona muy enferma”. En esos momentos, varios oficiales tuvieron que salir al patio trasero de la comisaría porque no pudieron aguantar las cosas que describía Metheny.

La confesión del asesino

Mientras acomodaba sus más de 200 kilos en la sala de interrogatorio de la comisaría de Baltimore, Metheny describió a la policía con lujo de detalle cómo violó, asesinó y desmembró brutalmente a trabajadoras sexuales y personas sin hogar que caían en sus garras engañadas.

Sin embargo, estas víctimas solo sirvieron como sustituto del único objetivo que persiguió durante muchos años: su novia fugitiva.

Entonces, Metheny llegó a la parte del relato que descompuso a la mayoría de los agentes que se turnaban para interrogarlo. El hombre sin inmutarse y apenas transpirado por su obesidad excesiva confesó que comió parte de la carne de sus víctimas. Y eso no fue todo, también se la sirvió a otras personas que no lo sabían en forma de hamburguesas.

Joe Metheny siempre había sido rudo. Se había criado a los golpes entre el bullying por su sobrepeso y una familia que no le prestaba mucha atención. Soportó una infancia de abandono con un padre alcohólico que solo aparecía para golpear a toda su familia y una madre obligada a trabajar turnos extra para mantener a sus seis hijos. Vivían en Essex, una pequeña localidad cercana de Baltimore.

La búsqueda de su novia infiel

Se puso furioso. Apenas volvió con su camión y notó la ausencia rompió varias sillas de su cocina y el vidrio de la puerta que daba al patio trasero. Pasó días buscándolos, revisando casas de transición e incluso debajo de cierto puente donde sabía que su esposa solía comprar y consumir drogas.

Debajo del puente, no encontró a su esposa, sino a dos hombres sin hogar que creía que la conocían. Cuando no dieron ninguna indicación de que sabían dónde estaba su familia, los mató sin mediar palabra de varios hachazos.

Con los dos cuerpos de los vagabundos aún calientes y con la sangre que brotaba, el asesino notó que un pescador podría haberlo visto atacando a los dos hombres. Por si acaso, Metheny también lo mató.

Metheny observó los tres cuerpos y los charcos rojos alrededor. Estaba en shock. No entendía o no quería entender lo que había sucedido. Entonces, el hombre intentó ocultar su ataque y arrojó los cuerpos al río.

Ya preso seguía con la obsesión por la mujer que lo había abandonado. “Un tiempo después descubrí que mi chica se había mudado al otro lado de la ciudad de Baltimore con un imbécil que la hacía vender su cuerpo por drogas. Fueron detenidos por la policía y les quitaron al niño por negligencia y abuso infantil.

En 2017, los guardias encontraron a Metheny inconsciente en su celda en la Institución Correccional del Oeste en Cumberland alrededor de las 15 horas. Lo declararon muerto poco después. Se había suicidado con unas pastillas que nunca nadie pudo explicar cómo ingresaron a la cárcel de máxima seguridad en la que cumplía su condena.